

Nacido en el seno
de una acomodada familia porteña, la del comerciante italiano
Domingo Belgrano y Pérez (o Peri) y la criolla María Josefa
González Casero, Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús
Belgrano se educó en el Real Colegio de San Carlos con la mejor
formación que podía encontrarse en la colonia en el último
cuarto del siglo XVIII, aprendiendo junto con las primeras
letras "la gramática latina, filosofía y algo de teología".
Partió luego a
España, a estudiar leyes en Salamanca, Valladolid y Madrid, para
recibirse de abogado, finalmente, en la cancillería de
Valladolid.
Por esa época, se
perfila ya como un intelectual más preocupado en los asuntos
económicos que en el estudio de las leyes. En su Autobiografía,
dirá: "Confieso que mi aplicación no la contraje tanto a la
carrera que había ido a emprender, como en el estudio de los idiomas
vivos, de la economía política y al derecho público". Estando
él en España, ocurre la Revolución Francesa y el joven argentino
se ve envuelto por las ideas iluministas que se desprenden de
la gesta francesa: "Se apoderaron de mí las ideas de libertad,
igualdad, seguridad, propiedad, y sólo veía tiranos en los que
se oponían a que el hombre, fuese donde fuese, no disfrutase de
unos derechos que Dios y la naturaleza le había concedido, y aun
las mismas sociedades habían acordado en su establecimiento
directa o indirectamente."
En 1793 fue
designado Secretario perpetuo del Consulado de Buenos Aires, un
organismo con funciones económicas y técnicas, relativas al
comercio y la producción. En este rol, Belgrano desarrollará una
ardua actividad en la promoción de la industria colonial, de la
mejora de la producción agrícola y ganadera, y de las formas de
comercio.
Pero también se
encuentra Belgrano en Buenos Aires con la más profunda
desorganización en todas las materias que interesaban a su
función, algo que lo perturbará seriamente: "Mi ánimo se abatió
–dirá- y conocí que nada se haría a favor de las provincias por
unos hombres que por sus intereses particulares posponían el del
común."
Orienta entonces su
prédica a dotar al Virreinato de instituciones educativas
(propone la creación de una escuela de matemáticas, y otras de
diseño y de comercio), pero chocará con la desidia de las
autoridades virreinales. No obstante, por su iniciativa nace en
1799 la Escuela de Geometría, Arquitectura, Perspectiva y
Dibujo, que se fusionará poco después con la recién creada
Escuela de Náutica. En el Reglamento, que redacta, Belgrano le
da derechos igualitarios de educación a los indios (tanto como a
criollos y españoles) y ordena cuatro vacantes para huérfanos,
mostrando así las altas consideraciones sociales que se gestaron en
Europa. En un discurso de 1802, Belgrano presentará sus ideas acerca
de lo que esperaba de la Escuela: "...sabéis que de aquí van a
salir individuos útiles a todo el Estado y en particular a estas
provincias; sabéis que ya tenéis de quién echar mano para que
conduzcan vuestros buques; sabéis que con los principios que en
ella se enseña tendréis militares excelentes; y sabéis también
que hallaréis jóvenes que con los principios que en ella
adquieren, como acostumbrados al cálculo y a la meditación,
serán excelentes profesores en todas las ciencias y artes a que
se apliquen, porque llevando en su mano la llave maestra de
todas las ciencias y artes, las matemática, presentarán al universo,
desde el uno hasta el otro polo, el cuño inmortal de vuestro celo
patrio."
Publica también la
obra Principios de la ciencia económica-política, y se encarga
de difundir en Buenos Aires los trabajos acerca del liberalismo
económico de Adam Smith. Además se dedica con mucha atención al
periodismo colaborando con el Telégrafo Mercantil (entre 1801 y
1802).
En 1806 se producen
las primeras invasiones inglesas. El acontecimiento despertó
todo el celo patriótico del joven abogado, quién encontró en la
tarea de promover la independencia su más alto cometido.
Sin haber vestido
nunca un uniforme, ni haber recibido instrucción, se hizo
militar. Para sus lamentos, porque halló ejércitos acobardados,
sin orden ni disciplina, mal armados y peor acostumbrados. Y
entre los intelectuales criollos, encontró malos patriotas, que
no sabían si subordinar el país al rey de España (entonces
ocupada por Napoleón) o al de Inglaterra.
Sin embargo, los
sucesos europeos alentaron la revolución y Belgrano
protagonizará el movimiento independentista. Más tarde,
recordará los sucesos de mayo de 1810 con estas palabras: "Se
vencieron al fin todas las dificultades, que más presentaban el
estado de mis paisanos que otra cosa, y aunque no siguió la cosa
por el rumbo que me había propuesto, apareció una junta, de la
que yo era vocal, sin saber cómo ni por dónde, en que no tuve
poco sentimiento."
De inmediato, se lo
convoca para dirigir una campaña militar al Paraguay, a fin de
propagar la revolución. Y a pesar de su escasa experiencia
militar, se las arregla para instituir la subordinación y el
orden en las tropas, haciendo del respeto por la población civil
la máxima premisa de la expedición.
Ya todos reconocen
en él las virtudes comunes a muchos patriotas, como la
honestidad, la probidad y la austeridad, combinadas con una
particular moderación, que para muchos era signo de debilidad de
carácter. Por más, su voz, marcadamente aflautada, y su poca
firmeza en los ademanes y gestos, lo hicieron aparecer como
impropio de la milicia. Estas percepciones ayudaran, por
ejemplo, a que sea reemplazado del mando del Ejército del Norte,
que debió a entregar a San Martín en 1814, luego de los
desastres de Vilcapugio y Ayohuma. Para entonces, con una suerte
desigual, Belgrano había comandado el ejército durante un año,
demostrando su vocación patriótica de la manera más cruda, y grandes
cualidades como jefe.
Ya había sucedido
también el episodio de creación de la Bandera nacional, jurada
por primera vez a orillas del río Paraná, en Rosario, en febrero
de 1812.
A comienzos de
1815, Belgrano abandona completamente sus funciones militares y
es enviado a Europa, junto a Rivadavia y Sarratea, en
funciones diplomáticas. Conoce allí al célebre naturalista Amado
Bonpland, y lo convence de venir a América, a estudiar la
naturaleza y el paisaje de estas regiones.
También se
destacará como diplomático, desarrollando una importante labor
propagandística, cuya finalidad es que la revolución sea
reconocida en el Viejo Continente.
Regresa al país en
julio de 1816 y viaja a Tucumán para participar de los sucesos
independentistas, donde tiene un alto protagonismo. Tres días
antes de la declaración de la Independencia (9 de julio de
1816), declama ante los congresistas e insta a declarar cuanto
antes la independencia. Propone una idea que contaba con el
apoyo de San Martín: la consagración de una monarquía: "Ya
nuestros padres del congreso han resuelto revivir y reivindicar
la sangre de nuestros Incas para que nos gobierne. Yo, yo mismo
he oído a los padres de nuestra patria reunidos, hablar y
resolver rebosando de alegría, que pondrían de nuestro rey a los hijos
de nuestros Incas." No obstante, la propuesta monárquica de
Belgrano no prospera, dado que habían corrido rumores de que incluía
la cesión de la corona a la casa de Portugal.
Más tarde, Belgrano
seguirá desarrollando una ardua actividad político-diplomática:
por ejemplo, será el encargado de firmar el Pacto de San
Lorenzo con Estanislao López que, en 1919, pondrá fin a las
disputas entre Buenos Aires y el litoral. Además, volverá a
encabezar el Ejército del Norte, en el cual, gracias a la fama
que gozaba entonces como jefe y patriota, será vivamente
admirado por la tropa.
Aquejado por una
grave enfermedad (hidropesía) que lo minó durante más de cuatro
años, y todavía en su plenitud, el prócer murió en Buenos Aires
el 20 de junio de 1820, empobrecido y lejos de su familia (si
bien no se casó, de sus amores con una joven tucumana nació su
única hija, Manuela Mónica, que fuera enviada por su pedido a
Buenos Aires, para instruirse y establecerse). Culminaba así una
vida dedicada a la libertad de la Patria y a su crecimiento
cultural y económico. En este sentido, se destaca de Belgrano
que fue el promotor de la enseñanza obligatoria que el virrey
Cisneros decretó en 1810. Se destaca también su labor como
periodista (después de su actuación en el Telégrafo Mercantil, creó
el Correo de Comercio, que se publicó entre 1810 y 1811, y en el
cual se promovió la mejora de la producción, la industria y el
comercio); y como fundador de la Escuela de Matemáticas (en
1810, costeada por el Consulado), y de la Academia de
Matemáticas del Tucumán, que en 1812 instauró para la educación
de los cadetes del ejército.
LA CREACIÓN DE LA BANDERA: |
Reportaje a Nuestra Bandera
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Algunos utilizan el
argumento para defender el celeste, por el hecho de que por la
“sincera religiosidad de Belgrano”, este debió tomar el celeste de la
virgen y no el azul. Sin embargo la “sincera religiosidad de Belgrano”
no contradice el hecho de que usara al azul ya que algunos suponen que
el azul-celeste de los patricios. fue tomado de la Orden de Carlos III,
otros, de la inmaculada Concepción”, y otros que ambos colores (el
blanco y el azul) fueron sacados del escudo de la ciudad de Buenos
Aires, cuyos colores eran precisamente blanco y azul.” Lo cierto es que
el Congreso sancionó la ley de banderas el 25 de enero de 1818
estableciendo que la insignia nacional estaría formada por “los dos
colores blanco y azul en el modo y la forma hasta ahora acostumbrados”.
Tampoco fueron
“celestes y blancas” las cintas que distinguieron a los patriotas del
22 de mayo, sino que eran solamente blancas o “argentino” que en la
heráldica simboliza “la plata”. Fueron solamente blancas. La cinta azul
se agregó como distintivo del Regimiento de Patricios. Pero tampoco
era celeste, sino tomados del azul y blanco del escudo de Buenos Aires.
(Fuente: La Gazeta Federal)
CRONOLOGÍA CREACIÓN DE LA BANDERA:
13 de febrero de 1812:
Manuel Belgrano propuso al Gobierno la creación de una "escarapela
nacional", en vista de que los cuerpos del Ejército usaban distintivos
diversos.
18 de febrero de 1812:
El Triunvirato aprobó el uso de la escarapela blanca y celeste,
decretando: "Sea la escarapela nacional de las Provincias Unidas del
Río de la Plata, de color blanco y azul celeste..."
27 de febrero de 1812:
Entusiasmado con la aprobación de la escarapela, M. Belgrano diseñó
una bandera con los mismos colores, enarbolándola por primera vez en
Rosario, a orillas del río Paraná. Allí, en las baterías "Libertad" e
"Independencia" la hizo jurar a sus soldados. Luego, mandó una carta al
Gobierno comunicando el hecho. Este mismo día, el Triunvirato le
ordenó hacerse cargo del Ejército del Norte, desmoralizado después de
la derrota de Huaqui.
3 de marzo de 1812: El
Triunvirato contestó la carta de Belgrano, ordenándole que disimulara y
ocultara la nueva bandera y que, en su lugar, pusiese la que se usaba
entonces en la Capital. La orden se debió a la preocupación por la
política con el exterior. Pero, cuando la orden salía de Buenos Aires,
M. Belgrano ya marchaba hacia el norte y, por esta razón, no se enteró
del rotundo rechazo del Gobierno a la nueva bandera.
25 de mayo de 1812:
Al frente del Ejército del Norte, el entonces General en jefe M.
Belgrano movilizó sus tropas hacia Humahuaca. En San Salvador de Jujuy,
enarboló al ejército de su mando la bandera en los balcones del
Ayuntamiento, en vez del estandarte real de costumbre que presidía las
festividades públicas. Allí, la bandera argentina fue bendecida por
primera vez.
27 de junio de 1812: El Triunvirato ordenó nuevamente a M. Belgrano que guardara la bandera y le recriminó su desobediencia.
18 de julio de 1812: El General contestó que así lo haría, diciendo a los soldados que se guardaría la enseña para el día de una gran victoria.